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La Margarita
Grimm Märchen

La Margarita - Cuento de hadas de Hans Christian Andersen

Tiempo de lectura para niños: 12 min

Oid bien lo que os voy a contar: Allá en la campaña, junto al camino, hay una casa de campo, que de seguro habréis visto alguna vez. Delante tiene un jardincito con flores y una cerca pintada. Allí cerca, en el foso, en medio del bello y verde césped, crecía una pequeña margarita, a la que el sol enviaba sus confortantes rayos con la misma generosidad que a las grandes y suntuosas flores del jardín; y así crecía ella de hora en hora. Allí estaba una mañana, bien abiertos sus pequeños y blanquísimos pétalos, dispuestos como rayos en torno al solecito amarillo que tienen en su centro las margaritas. No se preocupaba de que nadie la viese entre la hierba, ni se dolía de ser una pobre flor insignificante; se sentía contenta y, vuelta de cara al sol, estaba mirándolo mientras escuchaba el alegre canto de la alondra en el aire. Así, nuestra margarita era tan feliz como si fuese día de gran fiesta, y, sin embargo, era lunes. Los niños estaban en la escuela, y mientras ellos estudiaban sentados en sus bancos, ella, erguida sobre su tallo, aprendía a conocer la bondad de Dios en el calor del sol y en la belleza de lo que la rodeaba, y se le ocurrió que la alondra cantaba aquello mismo que ella sentía en su corazón; y la margarita miró con una especie de respeto a la avecilla feliz que así sabía cantar y volar, pero sin sentir amargura por no poder hacerlo también ella. «¡Veo y oigo! -pensaba-; el sol me baña y el viento me besa. ¡Cuán bueno ha sido Dios conmigo! ». En el jardín vivían muchas flores distinguidas y tiesas; cuanto menos aroma exhalaban, más presumían. La peonia se hinchaba para parecer mayor que la rosa; pero no es el tamaño lo que vale. Los tulipanes exhibían colores maravillosos; bien lo sabían y por eso se erguían todo lo posible, para que se les viese mejor. No prestaban la menor atención a la humilde margarita de allá fuera, la cual los miraba, pensando: «¡Qué ricos y hermosos son! ¡Seguramente vendrán a visitarlos las aves más espléndidas! ¡Qué suerte estar tan cerca; así podré ver toda la fiesta! ». Y mientras pensaba esto, «¡chirrit! », he aquí que baja la alondra volando, pero no hacia el tulipán, sino hacia el césped, donde estaba la pequeña margarita. Ésta tembló de alegría, y no sabía qué pensar. El avecilla revoloteaba a su alrededor, cantando: «¡Qué mullida es la hierba! ¡Qué linda florecita, de corazón de oro y vestido de plata! ». Porque, realmente, el punto amarillo de la margarita relucía como oro, y eran como plata los diminutos pétalos que lo rodeaban. Nadie podría imaginar la dicha de la margarita. El pájaro la besó con el pico y, después de dedicarle un canto melodioso, volvió a remontar el vuelo, perdiéndose en el aire azul. Transcurrió un buen cuarto de hora antes de que la flor se repusiera de su sorpresa. Un poco avergonzada, pero en el fondo rebosante de gozo, miró a las demás flores del jardín; habiendo presenciado el honor de que había sido objeto, sin duda comprenderían su alegría. Los tulipanes continuaban tan envarados como antes, pero tenían las caras enfurruñadas y coloradas, pues la escena les había molestado. Las peonias tenían la cabeza toda hinchada. ¡Suerte que no podían hablar! La margarita hubiera oído cosas bien desagradables. La pobre advirtió el malhumor de las demás, y lo sentía en el alma. En éstas se presentó en el jardín una muchacha, armada de un gran cuchillo, afilado y reluciente, y, dirigiéndose directamente hacia los tulipanes, los cortó uno tras otro. «¡Qué horror! -suspiró la margarita-. ¡Ahora sí que todo ha terminado para ellos! ». La muchacha se alejó con los tulipanes, y la margarita estuvo muy contenta de permanecer fuera, en el césped, y de ser una humilde florecilla. Y sintió gratitud por su suerte, y cuando el sol se puso, plegó sus hojas para dormir, y toda la noche soñó con el sol y el pajarillo. A la mañana siguiente, cuando la margarita, feliz, abrió de nuevo al aire y a la luz sus blancos pétalos como si fuesen diminutos brazos, reconoció la voz de la avecilla; pero era una tonada triste la que cantaba ahora. ¡Buenos motivos tenía para ello la pobre alondra! La habían cogido y estaba prisionera en una jaula, junto a la ventana abierta. Cantaba la dicha de volar y de ser libre; cantaba las verdes mieses de los campos y los viajes maravillosos que hiciera en el aire infinito, llevada por sus alas. ¡La pobre avecilla estaba bien triste, encerrada en la jaula! ¡Cómo hubiera querido ayudarla, la margarita! Pero, ¿qué hacer? No se le ocurría nada. Olvidóse de la belleza que la rodeaba, del calor del sol y de la blancura de sus hojas; sólo sabía pensar en el pájaro cautivo, para el cual nada podía hacer. De pronto salieron dos niños del jardín; uno de ellos empuñaba un cuchillo grande y afilado, como el que usó la niña para cortar los tulipanes. Vinieron derechos hacia la margarita, que no acertaba a comprender su propósito.

– Podríamos cortar aquí un buen trozo de césped para la alondra -dijo uno, poniéndose a recortar un cuadrado alrededor de la margarita, de modo que la flor quedó en el centro.

– ¡Arranca la flor! -dijo el otro, y la margarita tuvo un estremecimiento de pánico, pues si la arrancaban moriría, y ella deseaba vivir, para que la llevaran con el césped a la jaula de la alondra encarcelada.

– No, déjala -dijo el primero-; hace más bonito así – y de esta forma la margarita se quedó con la hierba y fue llevada a la jaula de la alondra. Pero la infeliz avecilla seguía llorando su cautiverio, y no cesaba de golpear con las alas los alambres de la jaula. La margarita no sabía pronunciar una sola palabra de consuelo, por mucho que quisiera. Y de este modo transcurrió toda la mañana. «¡No tengo agua! -exclamó la alondra prisionera-. Se han marchado todos, y no han pensado en ponerme una gota para beber. Tengo la garganta seca y ardiente, me ahogo, estoy calenturienta, y el aire es muy pesado. ¡Ay, me moriré, lejos del sol, de la fresca hierba, de todas las maravillas de Dios! », y hundió el pico en el césped, para reanimarse un poquitín con su humedad. Entonces se fijó en la margarita, y, saludándola con la cabeza y dándole un beso, dijo: ¡También tú te agostarás aquí, pobre florecilla! Tú y este puñado de hierba verde es cuanto me han dejado de ese mundo inmenso que era mío. Cada tallito de hierba ha de ser para mí un verde árbol, y cada una de tus blancas hojas, una fragante flor. ¡Ah, tú me recuerdas lo mucho que he perdido! «¡Quién pudiera consolar a esta avecilla desventurada! » -pensaba la margarita, sin lograr mover un pétalo; pero el aroma que exhalaban sus hojillas era mucho más intenso del que suele serles propio. Lo advirtió la alondra, y aunque sentía una sed abrasadora que le hacía arrancar las briznas de hierba una tras otra, no tocó a la flor. Llegó el atardecer, y nadie vino a traer una gota de agua al pobre pajarillo. Éste extendió las lindas alas, sacudiéndolas espasmódicamente; su canto se redujo a un melancólico «¡pip, pip! »; agachó la cabeza hacia la flor y su corazón se quebró, de miseria y de nostalgia. La flor no pudo, como la noche anterior, plegar las alas y entregarse al sueño, y quedó con la cabeza colgando, enferma y triste. Los niños no comparecieron hasta la mañana siguiente, y al ver el pájaro muerto se echaron a llorar. Vertiendo muchas lágrimas, le excavaron una primorosa tumba, que adornaron luego con pétalos de flores. Colocaron el cuerpo de la avecilla en una hermosa caja colorada, pues habían
pensado hacerle un entierro principesco. Mientras vivió y cantó se olvidaron de él, dejaron que sufriera privaciones en la jaula; y, en cambio, ahora lo enterraban con gran pompa y muchas lágrimas. El trocito de césped con la margarita lo arrojaron al polvo de la carretera; nadie pensó en aquella florecilla que tanto había sufrido por el pajarillo, y que tanto habría dado por poderlo consolar.

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Antecedentes

Interpretaciones

Lengua

„La Margarita“ es uno de los cuentos menos conocidos de Hans Christian Andersen, pero contiene la esencia conmovedora y filosófica que caracteriza gran parte de su obra. En este relato, Andersen presenta la historia de una humilde margarita que, a pesar de su simplicidad, experimenta una profunda conexión con el mundo que la rodea y con la alondra, un ave que personifica la libertad y la alegría.

La margarita vive una vida modesta pero llena de gratitud y felicidad por las pequeñas cosas, como la luz del sol y el canto de los pájaros. Su alegría inicial por ser reconocida y visitada por la alondra se convierte en tristeza cuando el pájaro es capturado y enjaulado. Atrapados ambos en sus respectivas condiciones, la margarita comparte el sufrimiento del ave, mostrando empatía y sensibilidad ante el dolor ajeno.

El cuento subraya temas como la humildad, la bondad innata y la interconexión de la naturaleza. La margarita, a diferencia de los orgullosos tulipanes y peonias, representa una belleza sencilla y auténtica que encuentra felicidad en lo que tiene, en lugar de lo que le falta. Asimismo, Andersen critica, de manera sutil, la superficialidad y el descuido humano, simbolizado por los niños que olvidan cuidar a la alondra hasta que es demasiado tarde.

La narrativa también se adentra en el dolor del cautiverio y la pérdida de la libertad. La alondra, un símbolo de belleza y libertad, queda quebrada por su confinamiento, y su eventual muerte es una conmovedora metáfora de cómo el sufrimiento puede sofocar incluso la más vibrante de las vidas.

Como es habitual en los cuentos de Andersen, el final es triste y reflexivo. La historia no ofrece consuelo fácil, sino que deja a los lectores con una sensación de contemplación sobre el valor de la verdadera empatía y la belleza efímera de la vida. La margarita, a pesar de su bondadoso corazón, es descuidada y olvidada, resaltando la ironía de cómo lo más valioso puede ser pasado por alto.

„La Margarita“ es un cuento de Hans Christian Andersen que ofrece una reflexión sobre la humildad, la empatía y la superficialidad en las relaciones humanas y de la naturaleza. A través del relato, Andersen introduce a una pequeña margarita que, a pesar de ser una flor simple y modesta, se siente feliz y agradecida por la belleza que la rodea y por la bondad de Dios, a diferencia de las otras flores del jardín que se envanecen por su tamaño y esplendor. Esta flor se siente honrada y feliz cuando una alondra, ignorando a las flores más imponentes, canta y revolotea a su alrededor, apreciando su simplicidad y belleza.

Una parte fundamental del cuento es la llegada de la adversidad cuando la alondra es capturada y puesta en cautiverio. La margarita, sin la capacidad de actuar ni de ofrecer ayuda, sufre junto a la alondra por su situación desesperada. Esta circunstancia resalta el contraste entre la bondad genuina de la margarita y el olvido negligente de los humanos, quienes ignoran las necesidades de la alondra hasta que es demasiado tarde.

El final del cuento refleja una crítica a la indiferencia y falta de sensibilidad que las personas pueden tener hacia los seres vulnerables de su entorno, simbolizado por la manera en que los niños cuidan al pájaro solo después de muerto, y por cómo ignoran la pequeña margarita, una representación de bondad y solidaridad silenciosa. Andersen comunica así un mensaje poderoso sobre la importancia de valorar lo sencillo y humilde y de practicar la empatía antes de que sea tarde.

El cuento „La Margarita“ de Hans Christian Andersen ofrece una rica oportunidad para realizar un análisis lingüístico, ya que es una obra cargada de simbolismo, emociones y un uso del lenguaje que potencia estos efectos. Aquí hay algunos aspectos clave del análisis:

Personificación: La margarita es personificada con cualidades humanas, lo que genera empatía en el lector. Se siente contenta, admirada y preocupada por su entorno, lo cual es explícito en frases como „se sentía contenta“ y „olvidóse de la belleza que la rodeaba“. La alondra también está personificada, mostrando emociones humanas de alegría y tristeza.

Contrastes y simbolismo: Andersen utiliza el contraste entre lo humilde y lo opulento, presente en la humilde margarita en el campo y las „flores distinguidas y tiesas“ del jardín. Este contraste actúa como símbolo del valor intrínseco frente a las apariencias exteriores. El cuento presenta una crítica al orgullo y la superficialidad a través de flores como los tulipanes y peonías, destacando la modestia de la margarita. La historia de la alondra simboliza la pérdida de libertad y las consecuencias del descuido y la ignorancia humana.

Emociones y tono: El tono del cuento varía de alegre y contemplativo a melancólico y triste, siguiendo el destino de la margarita y la alondra. Al principio, la felicidad de la margarita por simples placeres („¡qué bueno ha sido Dios conmigo!“) contrasta con el desenlace triste y el sufrimiento de la alondra en cautiverio. La expresión de emociones se intensifica mediante descripciones sensoriales y las reflexiones internas de las personificaciones del cuento.

Lenguaje visual y auditivo: Andersen utiliza un lenguaje rico en imágenes para describir la naturaleza y las emociones. Por ejemplo, la descripción de la margarita „como rayos en torno al solecito amarillo“ proporciona una imagen vívida de la flor. Los sonidos también son importantes; la alondra ejerce una función importante a través de su canto, y este se describe de manera que el lector puede imaginar su alegre y, posteriormente, penosa melodía.

Estructura narrativa: El cuento sigue una estructura clásica, con un planteamiento inicial que introduce el entorno y los personajes, un desarrollo que involucra el encuentro con la alondra y las emociones cambiantes de la margarita, y un desenlace triste que termina en reflexión.

Este análisis muestra cómo Andersen usa el lenguaje para construir una narrativa emocionalmente evocadora, incorporando recursos literarios para ilustrar temas universales como la belleza, la humildad, la libertad y las consecuencias de la negligencia.


Información para el análisis científico

Indicador
Valor
TraduccionesDE, EN, DA, ES, FR, IT, NL
Índice de legibilidad de Björnsson42.6
Flesch-Reading-Ease Índice21.8
Flesch–Kincaid Grade-Level12
Gunning Fog Índice19
Coleman–Liau Índice10.6
SMOG Índice12
Índice de legibilidad automatizado9.7
Número de Caracteres7.051
Número de Letras5.584
Número de Frases62
Número de Palabras1.244
Promedio de Palabras por oración20,06
Palabras con más de 6 letras280
Porcentaje de palabras largas22.5%
Número de Sílabas2.421
Promedio de Sílabas por Palabra1,95
Palabras con tres Sílabas344
Porcentaje de palabras con tres sílabas27.7%
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